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Terminación voluntaria del embarazo

30/11/21 4:38
Irene Martínez Echeverri

    Contenido   

 

La interrupción voluntaria del embarazo también conocida como aborto, es una práctica que ha sido cuestionada a lo largo de la historia debido a todas las implicaciones éticas y morales que consigna. Así mismo, esta “es una práctica que afecta a un número no cuantificable de mujeres en todo el mundo debido a la clandestinidad con la que debe llevarse a cabo” (Salgado, 2003), más aún, es una decisión tomada por mujeres de todos los rangos de edad frente al no deseo de ser madres en un momento particular de su vida. 

A lo largo de este escrito se va a hacer una revisión de las diferentes perspectivas frente a la interrupción voluntaria del embarazo a la luz de algunas corrientes filosóficas estudiadas a lo largo del curso de Filosofía de la Naturaleza, entre ellas las perspectiva kantiana, utilitarista, biocentrista y la ética práctica de Singer (1995). Este análisis se propone con la intención de justificar la importancia de legalizar la terminación voluntaria del embarazo ya que esta no es una decisión en la que deba involucrarse ningún entidad diferente a la mujer y reconocer que ésta debe tener la posibilidad de decidir ser o no ser mamá y el momento de la vida en el que se sienta en plena capacidad de hacerlo.

En primera instancia, se considera relevante reconocer que la historia de esta práctica se ha trazado paralela al rechazo de gran parte de la sociedad de la cual surge el término aborto, que de por sí es violento, señalador y está “cargado de connotaciones morales que apuntan a la descalificación de la mujer que lo lleva a cabo” (Salgado, 2003). Esta connotación que se le da, deja a un lado una pluralidad de razones por la cual la mujer pudo haber tomado dicha decisión. A su vez, esta ha sido una  lucha que varias feministas han tenido desde el siglo pasado, con el fin de lograr que se reconozca el derecho de las mujeres de decidir sobre su propio cuerpo y la prestación de condiciones seguras en términos de salud para que, en dado caso, se pueda realizar la interrupción del embarazo sin mayor riesgo. Esta es una decisión que trae a colación una complejidad de factores que influyen la posición que tenga la mujer frente a su embarazo, entre las cuales se encuentran diferentes afectos, necesidades, relaciones y obligaciones que son reflexionadas antes de tomar la decisión, es decir, la mayoría de veces ésta no es una decisión que se toma a la ligera y de forma desinformada, como se plantea comúnmente en esta sociedad patriarcal (Salgado, 2003).

Partiendo del supuesto de que los seres humanos son seres libres y que tienen determinación sobre sus decisiones las cuales son tomadas según razones morales. En este caso, donde la mujer es consciente de su incapacidad moral y psicológica para enfrentar el sufrimiento que conlleva un embarazo o nacimiento no deseado, y que reconoce y se responsabiliza de las consecuencias de su decisión, es incoherente negar la posibilidad de realizar interrupciones del embarazo legalmente, ya que esto supone que la mujer no tiene derecho de tomar decisiones sobre su cuerpo, sacándola del supuesto de entender a los seres humanos como seres con posibilidad de libre elección con base a su sistema de creencias (Salgado, 2003).

Ahora bien, siguiendo los argumentos de los liberales presentados por Singer (1995) en su libro “Ética Práctica”, se apoya la tesis planteada en este texto frente a la perspectiva de que esta legislación restrictiva trae consecuencias negativas que ponen en peligro a más mujeres, ya que esta prohibición lleva a que se deba realizar la terminación voluntaria del embarazo de forma clandestina lo cual pone en riesgo su vida, y se puede evitar al realizarlos con médicos cualificados para este procedimiento. De esta forma, lo que causa la penalización de la interrupción voluntaria del embarazo no es una baja en los índices de la terminación voluntaria del embarazo sino un aumento en las dificultades y el peligro que conlleva para la mujer el terminar un embarazo no deseado. Siendo así, se proyecta que la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, no impone moralidad frente a la decisión, es decir, no causaría una subida en los índices de las terminaciones voluntarias del embarazo realizados, sino que más bien, velaría por la salud de las mujeres.

Por otro lado, el debate paralelo sobre la terminación voluntaria del embarazo gira en torno a la determinación de un punto de diferencia entre el feto y el bebé, en donde un bebé implica ciertas consideraciones morales dado que tiene valor intrínseco, lo que lo diferencia del feto. Si se analiza la situación desde una postura kantiana, se pasaría la situación por el imperativo categórico, lo cual vendría siendo que si se está de acuerdo con la interrupción voluntaria del embarazo, esto pasaría siempre, en todos los casos que se presenten. Además de esto, llevaría a la reflexión sobre la segunda formulación del imperativo categórico el cual se acerca al valor de la vida misma. En este caso, es importante aclarar que el criterio de consideración moral de un Kantiano es la racionalidad y por esto estaría a favor de la interrupción voluntaria del embarazo ya que un feto no tiene la capacidad de reaccionar y por esto no hay ninguna responsabilidad moral frente a este.

Así mismo, un utilitarista clásico, como lo plantea Mill (1863), haría un balance sobre el impacto que van a tener las consecuencias optando siempre por aquella que traiga más satisfacción y bienestar. Siendo así, un utilitarista estaría a favor de la interrupción voluntaria del embarazo, partiendo del supuesto de que eso le va a traer menos sufrimiento a la madre y en dado caso al futuro bebé, por lo que demás personas no están en posición de intervenir en dicha decisión. Además de esto, teniendo como límite de consideración moral el sentir en el feto, se podría decir que antes de los tres meses de embarazo se puede realizar la terminación voluntaria del embarazo sin ninguna consideración moral frente a este.

En contraposición a estos argumentos, se encuentra la postura biocentrista desarrollado por Taylor (2005), el cual argumenta que todos los seres vivos tienen un valor intrínseco y por lo tanto deben considerarse moralmente. Además, un bien propio que se debe garantizar independientemente de las relaciones con los demás, donde se necesita una razón moral con suficiente peso para que resulte justificable acabar con la vida y no se debe aproximarse a resolver las situaciones con un prejuicio inicial a nuestro favor. Más aún, el ser humano tiene el deber de nunca realizar una acción que impida el desarrollo del bien de un ser vivo. En el caso particular de la interrupción voluntaria del embarazo, un biocentrista opta por no interrumpir la vida del feto ya que esto lo priva de su desarrollo, que sería justificado en un “prejuicio inicial” a favor de la mujer, lo cual según esta corriente no es concebible.

Sumando a este argumento, se encuentra la postura conservadora presentada por Singer (1995) en su libro “Ética Práctica”, la cual parte de unas premisas en donde se establece que el feto es un ser humano inocente y por lo tanto, es malo matar a un feto humano. Es claro que esta posición parte del supuesto de que el paso del embrión al bebé es un proceso gradual y no tiene punto claro de diferenciación, es por esto que la vida prima sobre la interrupción del embarazo, llevándola a ser una opción no viable. 

Estos argumentos tienen puntos claves los cuales se deben revisar ya que tiene consideraciones relevantes frente al valor que se le otorga a la vida, sin embargo, estos argumentos invisibilizan la capacidad de agencia y decisión de la mujer frente a su cuerpo.

En conclusión, se hace un llamado a parar con la naturalización de conductas que intentan forzar a las demás personas a seguir los propios criterios morales ya que estas invisibilizan la complejidad que enmarcan las decisiones de los demás. Más aún, se considera que la despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo debe ser tanto cultural como legal dado que “forma parte del proceso de adquisición, consolidación y reconocimiento de la ciudadanía de las mujeres, lo que redunda en su trato en cuanto a sujetas de derechos” (Salgado, 2003). De esta forma se busca que la mujer recupere su capacidad de agencia frente a su propio cuerpo y no se sienta presionada a arriesgar su vida para terminar un embarazo no deseado por el hecho de que instituciones externas lideradas por personas que no deberían tener poder sobre un cuerpo ajeno al propio, consideren que es una práctica que no se debe llevar a cabo, convirtiendo esta posición en un argumento sesgado frente a las implicaciones negativas que implica penalizar dicha práctica. Siendo así, se justifica la importancia de legalizar la terminación voluntaria del embarazo ya que ésta no es una decisión en la que deba involucrarse ningún entidad diferente a la mujer, y reconocer que debe tener la posibilidad de decidir o no ser mamá y el momento de la vida en el que se sienta en plena capacidad de hacerlo.

 

“El primer paso hacia lograr la vida, la libertad y la búsqueda de felicidad para cualquier mujer es su decisión de convertirse o no en madre. La maternidad forzada es la negación más completa del derecho de la vida y la libertad” - Margaret Sanger (1922).

  

Referencias

Kant, I. (1764/1765). Lecciones de Ética. 

Mill, J.S. (1863) Qué es el utilitarismo. 

Salgado, M. P. C. (2003). La interrupción voluntaria del embarazo: reflexiones teóricas, filosóficas y políticas. Plaza y Valdés.

Singer. (1995). “El feto”. 

Taylor. (2005). La ética del respeto a la naturaleza.

Woman and the New Race, (1922), Chapter 8, "Birth Control; A Parents' Problem or Woman's?" Tomado de: https://citas.in/autores/margaret-sanger/