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Las mutaciones del poder. Del poder viral al poder Neuronal
Como en un cuento de Sir Arthur Conan Doyle donde se ejecuta el crimen perfecto, Giorgio Agamben en Homo Sacer habla de la posibilidad de matar sin cometer un crimen. Históricamente, en ese interés de perpetrar un crimen donde se borra toda huella se ha recurrido a argucias tales como la cicuta, el arsénico y hasta el polonio como en el caso del ex espía ruso Alexander Litvinenko. Pero quizás una de las formas de crimen más difíciles de rastrear se logra a partir del virus, un agente infeccioso que sólo puede replicarse a partir de otros organismos pero que además cobra la vida de su víctima (este es el tipo de poder descrito por Foucault y Agamben), tampoco es fácilmente rastreable el poder que se disfraza de lo mismo y ataca desde dentro (el virus ya no biológico sino neuronal). Lo que pretendo en el presente ensayo es mostrar cómo el sujeto moderno ha sido inoculado con una forma de poder viral-neuronal que se transforma cada vez más, pasa del poder de muerte del poder soberano, a la deformación de la sociedad disciplinaria; y que no termina allí en tanto el sujeto posmoderno es gobernado por poderes neuronales tales como la depresión y el burnout de la sociedad contemporánea.
Para referirse al poder y a su forma de actuar Foucault introdujo el término de biopolítica, la cual, es una forma de gobierno basada en una dinámica de fuerzas que expresan entre ellas formas de poder nuevas para el mundo clásico. Así entonces, el poder soberano empleaba una técnica disciplinaria centrada en el cuerpo, lo cual producía efectos individualizantes manipulando los cuerpos como focos de fuerzas que deben hacerse útiles y dóciles (Foucault, 1996).
En este punto, se produce una primera transformación del poder, según Agamben, 2010. Dice este autor que Foucault se refiere a biopolítica en su libro “Voluntad de saber” como el proceso a través del cual, al comienzo de la vida moderna, la vida natural empieza a ser incluida en los cálculos del poder estatal y la política se transforma en bio-política, y el poder soberano se transforma en “gobierno de los hombres”.
Es en esta línea de pensamiento que se inscribe el trabajo de Agamben, quien empieza su trabajo acerca de la biopolítica a partir de la distinción entre bíos y zoé que hace Arendt (2013) en The Human Condition, estos términos que en griego designan “vida”, apuntan a ámbitos muy distintos; zoé es la vida natural de todos los seres vivos mientras que bíos que incluye la vida humana, como individuo o grupo. En este sentido, según Arendt, en la antigua Grecia la simple vida natural (Zoé) se excluye del ámbito de la polis (Agamben, 2010).
Agamben señala que el hombre contemporáneo como animal laborans lleva una vida biológica que ocupa el centro de la vida política y esa politización de la nuda vida constituye el acontecimiento decisivo de la modernidad.
Agamben se apoya en la distinción de bíos y zoé para distinguir el ámbito de aplicación de la política en la vida y esto para los griegos era claro: “no se debía gobernar la ciudad como se gobierna la casa”, eran ámbitos distintos y diferenciados; sin embargo, el poder soberano empieza a gobernar la vida tal como lo señaló Foucault. Ahora bien, Agamben considera que los estudios de Foucault no contemplan los modelos jurídicos institucionales, el estudio de Agamben pretende precisamente analizar la convergencia entre el modelo jurídico institucional y el modelo biopolítico del poder, incluso afirma Agamben que la producción de un cuerpo biopolítico es producido por el poder soberano.
Agamben nos presenta en su libro “Homo Sacer” el sustento lógico de la paradoja de la soberanía a través de varios argumentos en los que explica quién es el soberano y el estado de excepción, la paradoja del soberano como aquel que está al mismo tiempo fuera y dentro del ordenamiento jurídico es aquel que tiene la potestad de proclamar el estado de excepción. Se argumenta que el estado de excepción es una desconexión en la que se mantiene la norma suspendida sin desconectarse completamente de ella. La validez de una norma jurídica no coincide con su aplicación al caso particular, por el contrario, la norma, porque es general debe valer con independencia del caso individual. La excepción mantiene la simetría respecto al ejemplo, manteniéndose tanto afuera como adentro. La soberanía se presenta como la forma de decisión sobre la excepción. La excepción es la estructura originaria en que el derecho se refiere a la vida y la incluye en él por medio de la suspensión (Agamben, 2010).
Estas tesis evidencian el riesgo del ciudadano ante el soberano, pues el soberano tiene el poder que le es otorgado por la norma jurídica, tiene la potestad legal de gobernar, pero adicionalmente tiene la potestad de gobernar por fuera de la ley, este soberano tiene el poder de declarar un estado de excepción y es allí donde el soberano decide por encima de la norma, la paradoja inclusión-exclusión, adentro-afuera, permite ciertas zonas en las que la ley queda suspendida y la vida queda desnuda expuesta a la muerte.
Ahora bien, lo que pretendo en este ensayo es mostrar que en la sociedad actual tanto la tesis de Foucault sobre la sociedad disciplinaria como aquella del poder soberano del que habla Agamben, resultan limitadas y, en tal sentido, hemos de hablar de nuevas formas de poder que aparecen en la propuesta de pensadores como Han en tanto modificadoras de la subjetividad.
Han (2012) considera que las transformaciones del mundo contemporáneo cambiaron nuestra subjetividad y también las concepciones del mundo del trabajo por el impacto de las nuevas tecnologías, que se constituyen en el panóptico digital, que ya no disciplina al hombre desde fuera sino que lo hace desde adentro; es el sujeto mismo que se autoimpone aumentar su rendimiento. En tal sentido, estaríamos hablando de un panóptico que se despliega ya no desde afuera sino desde dentro.
Han entiende que la visión disciplinaria de la sociedad que presenta Foucault, y que se instrumentaliza en hospitales psiquiátricos, en cárceles, en cuarteles y en fábricas, ya no se corresponde con la sociedad actual que se caracteriza por instituciones y espacios más amables (más friendly), que incluso seducen a los sujetos para que voluntariamente estén allí. Esto es, las diferentes manifestaciones de sociedad del siglo XXI, desde el gimnasio hasta los centros comerciales, los bancos, los aviones, etc., no responden a las características de una sociedad disciplinaria sino de una sociedad de rendimiento, en la cual los sujetos ya no se constituyen en sujetos de obediencia sino en sujetos de rendimiento en tanto el mundo de la empresa se proyecta en ellos haciéndolos emprendedores, esto es, haciendo al sujeto empresario de sí mismo (Han, 2012).
En este sentido, considera Han que el análisis de Foucault ya no alcanza a describir los cambios psíquicos y sociales, que han surgido con la transformación de la sociedad disciplinaria a una signada por el rendimiento (Han 2012). Esto es, ya no hablamos de un sujeto obediente sino más bien de un sujeto libre, que se autoimpone maximizar el rendimiento desde su propia explotación. Es por ello que Han habla de “una aparente libertad que sujeta al sujeto”, sujeto éste quien se esclaviza en el reino del mercado de la sociedad de consumo y solo aspira a alcanzar las metas propuestas y vendidas en el mercado.
Han advierte que las formas más eficaces de este control sobre el sujeto, tal como la definió Foucault con su concepto de biopolítica, han quedado atrás y han sido superadas por la psicopolítica digital, donde el poder interviene en los procesos psicológicos inconscientes. El psicopoder es más eficiente que el biopoder, por cuanto vigila, controla y mueve a los hombres no desde fuera, sino desde dentro (Han, 2014).
Hablamos, entonces, de la forma más perfecta de poder; un poder neuronal que se basa en el exceso de positividad, la violencia de lo mismo, de lo igual, que supera lo inmunológico.
Esta psicopolítica está basada en el control de las emociones mediante el consumo en el marco de un refinado dispositivo que gobierna a los sujetos desde su voluntad, que disuelve el concepto de alienación, pues ahora es el mismo sujeto el que se aliena. Esta psicopolítica se alía con el mercado digital para establecer patrones de comportamiento y predecir conductas de consumo y de compra.
Es así como desde la perspectiva de Han el poder del capitalismo neoliberal, que da acceso a la esfera de la psique, la psicopolítica, se constituye en aquel sistema de dominación en el que el sujeto se cree libre, cuando en realidad es el sistema el que está explotando su libertad en pos de un mayor rendimiento (Han, 2015).
La psicopolítica neoliberal encuentra entonces formas más refinadas de explotación como muestran numerosos seminarios de management e inteligencia emocional, así como jornadas de coaching empresarial y liderazgo; técnicas éstas de desarrollo personal que prometen una optimización de la eficiencia sin límite. Han trata de mostrar como todas estas técnicas están controlados por la técnica de dominación neoliberal, cuyo fin no solo es explotar el tiempo laboral sino, podría decirse, a la vida misma en tanto se evidencian sus ideales de dominación. Dice Han, el neoliberalismo y no la revolución comunista, eliminó la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa (Han, 2015).
Así pues, la sociedad neoliberal capitalista gobierna a los sujetos a través de la psicopolítica, entendida ésta como un sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor, inteligente, por el cual consigue que los hombres se sometan al entramado de dominación. (Han, 2014).
De otro lado, en la lectura que Agamben hace de Foucault y que entrará a sustentar figuras tales como la de estado de excepción, la dominación del capitalismo opera de manera tal que: el control de la sociedad sobre los individuos no se opera simplemente a través de la conciencia o de la ideología, sino que se ejerce en el cuerpo y, con el cuerpo. (cfr. Foucault, 1999a); es decir, que para la sociedad capitalista lo más importante va a ser lo biopolítico, lo somático, lo corporal, y en tal sentido, el cuerpo pasa a ser una realidad biopolítica en el que la medicina, por ejemplo, hace parte de esta última (cfr. Foucault, 1999a, pp. 365-366). Agrega Foucault que es “la forma en que, a partir del siglo XVIII, se han intentado racionalizar los problemas que plantean a la práctica gubernamental fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, razas, etc.” (Foucault, 1999b, p.209).
No obstante, Han considera que la lectura foucaultiana de Agamben piensa a partir de figuras de negatividad, como lo es el estado de excepción, perdiendo de vista la violencia de la positividad de este siglo. En este sentido, el análisis de Agamben es anacrónico pues continúa analizando la exclusión y la inhibición y pierde de vista las consecuencias de la violencia de la positividad característica de la actual sociedad de rendimiento en la que se presenta ese exceso de positividad. Un exceso de positividad que a diferencia de la exclusión e inhibición propias de la sociedad disciplinaria, se manifiesta en el agotamiento e inclusión, producto de la nueva sociedad donde la violencia remite más al conformismo del consenso.
En la actualidad, incluso la política se positiviza en el trabajo, dejando sin posibilidad a la acción soberana, la positividad del trabajo perpetúa el estado de excepción.
El sujeto contemporáneo se autoexplota por el imperativo del rendimiento, el explotador es el explotado, el verdugo coindice con la víctima, la violencia de la positividad es más traidora que la violencia de la negatividad puesto que se ofrece como libertad, y en esta violencia de la positividad el sujeto no distingue entre libertad y coacción (Han, 2014).
Positividad manifestada en hiperproducción, hiperrendimiento, hiperconsumo, hipercomunicación e hiperinformación no amenaza al sistema inmunológico sino al sistema psíquico-neuronal.
Un ejemplo de esta situación es el Karoshi, palabra japonesa que significa muerte por exceso de trabajo, que en Japón ha producido oficialmente 2.310 víctimas en 2015, según el Ministerio de trabajo en Japón. Esta es una forma violenta de dar muerte a un individuo y el principal “verdugo” es el mismo sujeto que se explota, quien en pos del máximo rendimiento , aquí no es el poder soberano o el poder disciplinario quien gobierna es el psicopoder de la sociedad de rendimiento el que opera desde dentro. El crimen perfecto que no deja huella del verdadero agresor.
Referencias
Arendt, H. (1996). Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Barcelona: Península
Arendt, H. (2013). The human condition. University of Chicago Press.
Agamben, G. (2010). Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida I. Valencia: Pretextos.
BBC Mundo (2016). Que es el “Karoshi”, la muerte por exceso de trabajo que en Japón es un problema de salud pública. Recuperado de http://www.bbc.com/mundo/vert-cap-37391172
Han, B. (2014). Topología de la violencia. Barcelona: Herder
Foucault, M. (1977). Historia de la sexualidad. México: Siglo XXI
Foucault, M. (1996). Genealogía del racismo. Buenos Aires: Altamira.