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El amor desde las neurociencias

Por: Mariana Monroy, Lina Quintero, Juan Felipe Sánchez, Daniela Bueno, María Paula Daza y Valeria Gómez

El amor es un concepto bastante amplio que atraviesa la vida humana. Ha sido estudiado durante más de un siglo desde diversas perspectivas y disciplinas como la psicología, la antropología y las neurociencias, en busca de entender su significado y naturaleza.

Desde un punto de vista psicológico encontramos a Treger et al. (2013) quienes definen el amor como “un estado psicológico y fisiológico que conlleva el deseo de estar con otra persona” (p. 1). A su vez, añaden que el amor puede manifestarse de múltiples maneras, lo que conlleva a una diversidad de respuestas tanto comportamentales, afectivas y cognitivas. Adicionalmente, Berscheid (2010) afirma que “el amor es visto como un ciclo”, en el cual las relaciones varían según los acontecimientos y condiciones que los rodean. Por esta razón, las relaciones amorosas reconocen la influencia de los componentes subjetivos y científicos en el amor, ya que tienen en cuenta las experiencias personales, las perspectivas, los factores sociales y sustratos neurológicos como medios para explicar y aportar al estudio, desde investigaciones tanto en animales como en humanos.

Análogamente, Stefano & Esch (2005) definen el amor desde una perspectiva neuropsicológica como “un fenómeno neurobiológico complejo, que depende de la confianza, la creencia, el placer y las actividades de recompensa dentro del cerebro, es decir, los procesos límbicos”. Haciendo referencia al rol de la química y los procesos que se dan a nivel cerebral en los seres humanos, como componentes implicados en las relaciones amorosas que mantienen las personas, y que conllevan a experiencias físicas y psicológicas.

Por otra parte, hay múltiples teorías en las ciencias sociales que abordan el fenómeno del amor desde diversas clasificaciones: (1) Sternberg (1986) citado por (Treger et al., 2013) propone una teoría del amor compuesta por tres componentes: la pasión, el compromiso y la intimidad; (2) la clasificación por el psicólogo John Lee, propone ordenar los estilos de amor en respuesta a una escala de actitudes; (3) Wu (2017) que hace referencia a la doctora Helen Fisher, quien divide el amor en tres grandes categorías: la lujuria, la atracción y el apego; estas desprenden diferentes reacciones a nivel cerebral en cuanto a las hormonas y neurotransmisores implicados. Por una parte, la lujuria se desprende de los deseos sexuales, siguiendo la lógica de reproducción del ser humano. En este componente del amor, el hipotálamo estimula la producción de las hormonas sexuales de testosterona y estrógeno teniendo un impacto en la libido. Por otra parte, la atracción se puede definir como una adaptación evolutiva de los seres humanos para el apareamiento, reproducción y crianza (Fisher et al., 2002a, 2006). Está mayormente relacionado con el sistema de recompensa, a su vez regulado por niveles de dopamina y norepinefrina. También el apego que está vinculado a relaciones a largo plazo, donde las hormonas principales en este proceso son la oxitocina y la vasopresina, y ''las principales características del apego incluyen el mantenimiento de la proximidad, seguridad y angustia de separación'' (Berscheid, 2010). (4) La clasificación propuesta por Ellen Berscheid, agrupa el amor en: amor romántico, amor de compañía, amor compasivo y amor de apego (Treger et al., 2013).

A partir de esto, es importante profundizar en el modelo propuesto por Ellen Berscheid, quien afirma que: el amor romántico se compone de la pasión y atracción física, sexual y no material, en la cual influyen aspectos como la manera de ser de la persona (alegre/cálida), el sentido del humor y que sea alguien generoso y de mente abierta. De esta manera, se considera que debe existir una conexión en la cual haya intimidad, comunicación y mutuo cuidado hacia la pareja. Adicionalmente, Grote & Frieze (1994) aportaron a su teoría que: hay una correlación importante en la relación entre el respeto y el amor de compañía, para poder lograr una adecuada intimidad y satisfacción dentro de la relación. Continuamente, se encuentra el amor compasivo, que puede ser experimentado hacia cualquier otra persona ya sea familia, amigos o pareja, y está compuesto de sentimientos, condiciones y comportamientos centrados en el cuidado y preocupación hacia los demás, en especial si la otra persona se encuentra en una situación de vulnerabilidad.

Por último, es importante hacer referencia al apego, expuesto por Bowlby (2021), quien lo definió como un fuerte vínculo afectivo con una determinada persona a quien se denomina figura de apego. Desde la infancia los padres son considerados como figuras de apego, sin embargo, a lo largo del tiempo otras personas pueden convertirse en estas figuras (amigos, pareja). Según Ainsworth (1985), en el caso de una relación de pareja, se deben construir los componentes de apego y cuidado para crear una relación con igualdad de condiciones al dar y recibir.

El amor y sus tipos

Según Sarah Blumenthal y Larry Young (2023) el amor es: “una poderosa experiencia emocional que tiene sus raíces en antiguos procesos neurobiológicos compartidos con otras especies que se unen” (p. 1), especificando que, enamorarse puede llegar a ser una experiencia humana única, por las capacidades cognitivas avanzadas que caracterizan a las personas. Simultáneamente, estos autores caracterizan las etapas del amor como: atracción, formación de vínculo (a veces facilitado por intimidad sexual), y la monogamia, mejor entendida como la capacidad de mantener el vínculo con el tiempo (Blumenthal, & Young, 2023).

La atracción desde un punto de vista psicológico es “la relación que pueden llegar a sentir dos o más personas, de forma romántica, sexual, amistosa o intelectual” (Rubio, 2021), la cual despierta un interés interpersonal de interactuar con el otro. Segundo, la formación de vínculo hace referencia a: “una relación de amor y cariño, que es establecida entre dos personas, y pueden ser entre familiares, parejas y/o amigos” (Terapify. 2023). Autores como Harry Harlow manifiestan que, los vínculos se forman por medio de la necesidad básica de cercanía y seguridad emocional que tienen las personas, por eso están influenciados principalmente por la interacción social (Terapify. 2023). Erik Erikson añade a ese planteamiento, que los vínculos afectivos son necesarios para el desarrollo saludable de las personas y la formación de relaciones íntimas y duraderas (Terapify. 2023).

Pérez Porto y Merino (2019), definen la monogamia como: “una relación sentimental exclusiva en la que los miembros de la pareja no tienen relaciones íntimas con otras personas”. Esto quiere decir, que se define a partir de una concepción contextual, volviendo al concepto cambiante y sujeto a una importancia significativa en la interpretación y evolución dada a través del tiempo, ya que demuestra cómo las personas cambian su dinámicas y comportamiento tanto social como sexual y familiar dependiendo su entorno. Adicionalmente, los autores resaltan que una relación comienza a crecer y consolidarse, cuando se forma el vínculo, ya que este brinda el sentimiento de estar enamorado.

La formación de este vínculo está facilitada por la conexión emocional y física que proporciona el sexo, y diferentes factores sociales, personales, familiares etc. Las relaciones amorosas románticas pueden durar toda la vida, lo que requiere un compromiso y comunicación, pero cuando estas relaciones terminan, pueden representar amenazas para el bienestar psicológico y fisiológico, pudiendo ser devastadoras (Blumenthal & Young, 2023).

Desde otro punto de vista, en el artículo de Van der Watt et al. (2021), el amor no llega a ser definido ya que se habla desde el rechazo al apego romántico, desde la teoría del apego de Bowlby y de los tipos de apego. Así, afirman que: “el rechazo por parte de una figura de apego romántico puede ser una experiencia dolorosa e incapacitante con secuelas negativas duraderas para la salud mental” (Van der Watt et al., 2021). Además, estos autores estudiaron los procesos neurobiológicos que tiene el ser humano al pasar por una separación, rechazo o pérdida, el amor no fue catalogado directamente en tipos o etapas. Sin embargo, se habló de diferencias entre estos tipos de procesos, siendo así fenómenos distintos dentro de lo que puede llamarse amor.

El amor relacionado con el apego

Para Van der Watt et al. (2021), el apego, desde la teoría de Bowlby, es un “vínculo afectivo en el que la figura de apego proporciona seguridad y protección al individuo y una base para el desarrollo físico y bienestar psicológico”. Con esta explicación en mente, el estudio de Van der Watt et al. (2021) resulta interesante al resaltar que el vínculo que se forma con el otro depende hasta cierto punto del tipo de apego que se forme y que se tenga desde la infancia. Así, establecen que el apego y sus tipos pueden influenciar la manera en que se regulan las emociones y en que se relacionan con los demás.

Como si fuera poco, los autores en cuestión establecen que un rechazo al apego romántico puede terminar siendo una gran amenaza para el sentimiento de seguridad de un sujeto y teniendo efectos negativos tanto físicos como psicológicos. Entre estos efectos, los autores, citando otros estudios, resaltan “cogniciones negativas, baja autoestima, rumiación, depresión y función inmunológica comprometida” (Van der Watt et al., 2021). Además, establecen que lo que modula la respuesta ante dicho rechazo parece ser el tipo de apego, pues este configura ya una manera de responder ante las experiencias.

Por último, en este artículo se hizo mucho énfasis no entre los cuatro tipos de apego, sino entre el apego seguro y el ansioso, mostrando así que el primero es el deseado mientras que el segundo tiene unas activaciones diferentes a nivel neurobiológico, las cuales se mencionarán más adelante.

Estudios comparativos de los procesos neurobiológicos relacionados con el amor

Sarah Blumenthal y Larry Young (2023) consideran que, los principales procesos neurobiológicos del amor giran en torno a: 1) la oxitocina (OT), producida en el núcleo paraventricular del hipotálamo (PVN), y se libera a la corteza prefrontal medial (mPFC) y al núcleo accumbens (NAc). 2) El área tegmental ventral (VTA), encargada de liberar dopamina (DA) a la NAc. 3) La activación de las regiones que incluyen la corteza insular (IC), la corteza cingulada anterior (ACC) y la sustancia negra (SN).

De una manera más puntualizada, estos autores discriminan los procesos neurobiológicos involucrados dependiendo sus etapas expuestas anteriormente. A partir de esto, se puede observar que la atracción en los humanos está sujeta a las regiones corticales, donde las personas pueden tomar decisiones apresuradas para acercarse y perseguir a una persona atractiva, ya que se encuentran acompañadas de sentimientos de euforia y deseo, dadas por la red social del cerebro (SBN) y la red social de toma de decisiones (SDMN). Para este procesamiento, se comprende estructuras hipotalámicas, así como la sustancia gris periacueductal (PAG), MeA, núcleo del lecho de la stria terminalis (BNST) y el LS que se conecta recíprocamente con las otras regiones que contienen receptores para las hormonas gonadales, y están implicados en al menos un comportamiento social (Blumenthal & Young, 2023).

Adicionalmente, en el artículo de Van der Watt et al. (2021) y en lo que respecta a la activación del apego romántico, se encontró una activación en los circuitos que implican la gratificación y la motivación (estriado, corteza cingular anterior, putamen, núcleo accumbens, circuito cingular, ínsula). También, se resaltó la asociación entre el aumento en la actividad del circuito de regulación emocional (que comprende áreas como la corteza cingulada) y un estímulo inducido, siendo clave en la resolución de conflictos en relaciones afectivas y amorosas. Por último, el estudio de Van der Watt et al. (2021) dice que las zonas cerebrales que se activan de manera significativa son “regiones corticales (cingulado, insular, orbitofrontal y prefrontal) y regiones subcorticales (giro angular, hipocampo, estriado, área tegmental y polo temporal)” (Van der Watt et al., 2021, p. 637).

Para que se activen unos circuitos neurales se deben tener en cuenta los estímulos que influyen en la preferencia de formación de pareja, dentro de estos estímulos encontramos la cohabitación, donde una convivencia prolongada en humanos facilita la formación de vínculos duraderos, luego encontramos el sexo, en donde se involucra como un factor acelerador en la formación de vínculos y preferencia de pareja gracias a la recompensa sexual y a los cambios neurofisiológicos que acompañan; por ultimo encontramos el estrés, se cree que las consecuencias de las hormonas que son liberadas durante este periodo tienen un efecto sobre los circuitos nerviosos para facilitar la formación de preferencias de vínculos.

Por medio de esto, es necesario conocer las bases biológicas y los circuitos neurales que se activan en la formación de vínculos afectivos en los humanos. Para esto se realizó una revisión del artículo de Coria-Ávila et al. (2008), en donde su objetivo es “Analizar las bases biológicas y neurales de las preferencias de pareja en roedores como modelos para comprender la neurobiología de los vínculos afectivos de pareja en humanos” (Coria-Ávila et al., 2008. p. 209), con la intención de discutir la importancia de los estudios en animales que facilitan la comprensión de cómo se generan los vínculos afectivos.

Gracias a lo anterior, se resalta la neuroquímica de la formación de vínculos, en donde forman un papel crucial la oxitocina y la arginina vasopresina, pues son neurotransmisores encargados de modular el reconocimiento social olfativo en los ratones, lo que se relaciona con la oxitocina en los humanos, ya que es posible que facilite la formación de preferencia de pareja al ser el resultado de la asociación con la recompensa inducida. Luego, se encuentran los opioides, que son los encargados de formar el sustrato neuroquímico principal de la recompensa sexual lo que da lugar a la formación de preferencias condicionadas, y por último se encuentra la dopamina, en donde gracias a los estudios con ratones se llegó a que “las infusiones de antagonistas dopaminérgicos inhiben la formación de preferencias de pareja que se establecen por el sexo, mientras que dosis bajas de agonistas facilitan su formación”(Coria-Avila et al., 2008. p.212).

Por último, es necesario describir un modelo anatómico integrador que permita entender la información. Es por esto que se puede asociar las preferencias de pareja formadas por el sexo como un activador inicial de las áreas neuronales como la amígdala medial, el núcleo paraventricular y el área preóptica media, las cuales además de tener el papel mencionado anteriormente de reconocimiento social gracias a la oxitocina también pueden medir que tanta motivación se tiene por una pareja al liberar dopamina en el núcleo accumbens, este circuito puede también activarse con la cohabitación y el estrés, lo que quiere decir que hay otras áreas corticales involucradas, como el cíngulo anterior, la corteza periforme y la ínsula, que puede ayudar a ejercer una función ejecutiva la cual genera que se dirija el comportamiento selectivo de un individuo hacia la pareja adecuada.

Por una parte, la lujuria se desprende de los deseos sexuales, siguiendo la lógica de reproducción del ser humano. En este componente del amor, el hipotálamo estimula la producción de las hormonas sexuales de testosterona y estrógeno teniendo un impacto en la libido. Por otra parte, la atracción se puede definir como una adaptación evolutiva de los seres humanos para el apareamiento, reproducción y crianza (Fisher et al., 2002a; 2006). Está mayormente relacionado con el sistema de recompensa, a su vez regulado por niveles de dopamina y norepinefrina, la teoría de la atracción es de los principales enfoques que explican las distintas formas de amor. Por último, el apego que está vinculado a relaciones a largo plazo, las hormonas principales en este proceso son la oxitocina y la vasopresina, ''las principales características del apego incluyen el mantenimiento de la proximidad, seguridad y angustia de separación'' (Berscheid, 2010, p. 10).

    a. Diferenciación de los procesos dependiendo el tipo de amor

Shih et al (2022) llevan a cabo un metaanálisis acerca de estudios de imagen por resonancia magnética funcional con el objetivo de hallar similitudes y diferencias en relación al amor pasional y maternal y así identificar regiones de actividad cerebral en ambos tipos de amor. Tanto en el amor pasional como en el maternal se identifican regiones de actividad cerebral en las cuales se establecen diferencias en la activación utilizando el método ALE activation likelihood estimation. Diferentes orientaciones sexuales fueron tenidas en cuenta para los estudios de amor romántico, en las cuales las áreas involucradas en el amor materno con un FWE (family-wise error rate) de p<0.05 fueron área ventral tegmental izquierda, tálamo derecho, sustancia nigra izquierda y putamen izquierdo. Mientras que las áreas involucradas en el amor romántico con un FWE (family-wise error rate) de p<0.05 fueron el área ventral tegmental izquierda y área ventral tegmental derecha. Para encontrar las diferencias e hizo un análisis de contraste; esto indica una mayor activación en el putamen para amor maternal que para amor pasional.

    b. Diferenciación de los procesos dependiendo el tipo de apego

Cuando se habla de la teoría del apego en la revisión de Van der Watt et al. (2021), se menciona que, según Bowlby, el apego seguro es con el que se llega a tener la “capacidad para conectarse bien y con seguridad en las relaciones con los demás” (Van der Watt et al., 2021, p. 638). En cambio, el apego inseguro está relacionado “ya sea al miedo al rechazo y al abandono (apego ansioso), o al malestar con la cercanía (apego evitativo)” (Van der Watt et al., 2021, misma página).

En cuanto al tipo de apego, en el estudio de Van der Watt et al. (2021) se pudo evidenciar que hay diferencias notables en las respuestas a nivel cerebral dependiendo del estímulo presentado y el tipo de apego del participante. Esto porque, al analizar los resultados de la revisión bibliográfica, se destacó el hecho de que los participantes con apego ansioso tuvieron respuestas más fuertes, pues según el estímulo tienen más actividad en áreas que se relacionan con la memoria. Esto último se especula que sucede debido a que personas con apego ansioso son propensas a recordar más sucesos negativos al pensar en eventos del mismo tipo (negativos).

Discusión

Después de analizar un poco los tipos de apego, vínculos y amor, se puede observar que el amor tiene diferentes bases fisiológicas en el cerebro. De esta manera, se vuelve fundamental hacer una revisión más precisa y detallada a los procesos y conceptos involucrados en la construcción y moldeamiento de la discusión.

Partiendo del análisis realizado al artículo Functional Neuroimaging of Adult‑to‑Adult Romantic Attachment Separation, Rejection, and Loss: A Systematic Review, es posible observar que esta revisión sistemática constó de cuatro estudios y, pese a la escueta definición del concepto del amor en la psicología y la aproximación desde la teoría del apego de Bowlby, el objetivo de la investigación fue revisar la activación neuronal que conlleva el rechazo de apego de tipo romántico. En lo que respecta a la activación del apego romántico, se encontró una activación en los circuitos que implican la gratificación y la motivación. Sin embargo, con este artículo, se pudo evidenciar que hay diferencias notables en las respuestas a nivel cerebral dependiendo del estímulo presentado y el tipo de apego del participante. Es relevante para los autores que en diversas investigaciones incluyen en sus trabajos rechazo de tipo real, de tipo hipotético y de tipo imaginario.

Además, en cuanto a los resultados, se destacó el hecho de que los participantes con apego ansioso tuvieron respuestas más fuertes, pues según el estímulo tienen más actividad en áreas que se relacionan con la memoria ya que se especula que son propensos a recordar más memorias negativas al pensar en eventos del mismo tipo. También, se halló en los cuatro artículos revisados que el aumento en la actividad del circuito de regulación emocional (que comprende áreas como la corteza cingulada), se asoció con un estímulo inducido, siendo clave en la resolución de conflictos en relaciones afectivas y amorosas.

En resumidas cuentas, se observó que los trabajos experimentales en lo que respecta al correlato neurobiológico de los tipos de apego y “el amor” presenta ciertas limitaciones, dentro de las cuales encontramos: 1) Estos estudios no exploran a profundidad los fenómenos en cuestión en parejas de la comunidad LGBTIQ+, 2) Tres de los cuatro estudios revisados tuvieron una mayoría de participantes del sexo femenino y una subrepresentación del sexo masculino, lo que abre la oportunidad de investigar estas asociaciones de manera equitativa.

Por otra parte, encontramos el artículo titulado The Neurobiology of love and pair bonding from human and animal perspectives, escrito por Sarah A. Blumenthal and Larry J. Young. Este artículo hace un análisis científico sobre el amor desde la neurociencia, especifican las consecuencias de enamorarse y afirman que se comparten casi los mismos procesos neurobiológicos involucrados en enamorarse, mantener relaciones románticas y vínculos afectivos a largo plazo, con los diferentes animales como ratas y monos.

Estos autores caracterizan las etapas del amor, como se mencionó anteriormente, en atracción, formación de vínculo y monogamia. Resaltando, que una relación comienza a crecer y consolidarse cuando se forma el vínculo, ya que este brinda el sentimiento de estar enamorado. Las relaciones amorosas románticas pueden durar toda la vida, lo que requiere un compromiso y comunicación, pero cuando estas relaciones terminan, pueden representar amenazas para el bienestar psicológico y fisiológico, pudiendo ser devastadoras (Blumenthal,S. Young, L. 2023).

Por consiguiente, es importante hacer una comparación entre los procesos involucrados con la neuroanatomía. En primera instancia podemos observar que, proponen que hay unas similitudes significativas en los procesos neurobiológicos involucrados en enamorarse, mantener relaciones románticas y vínculos afectivos a largo plazo; compartiendo casi los mismos procesos los humanos, roedores y monos. Los roedores y humanos comparten la activación de los procesos neurobiológicos involucrados en el amor, como la oxitocina liberada a la mPFC y NAc; la dopamina liberada al NAc. Sin embargo, solo en los humanos se registra una activación en la corteza insular, corteza cingulada anterior y sustancia negra. A su vez, afirman que hay más diferenciaciones entre estas especies, por ejemplo, la atracción facial en humanos se encuentra está sujeta a las regiones cerebrales corticales, y que las personas pueden tomar decisiones apresuradas para acercarse y perseguir a una persona atractiva.

En contraparte, y retomando el artículo investigativo escrito por Sarah Blumenthal y Larry Young (2023), se observa también un estudio comparativo de los procesos neurobiológicos involucrados en el amor desde diferentes especies, nuevamente entre roedores y humanos. Como metodología de investigación, se obtiene una técnica invasiva y ensayos de comportamiento para los roedores, mientras que, para los humanos fue estudios de resonancia magnética (IRM) y electroencefalograma (EEG).

De esta manera, basados en la teoría de las etapas de atracción, formación del vínculo, monogamia y la pérdida de una pareja; se encuentran los siguientes resultados: 1) En la etapa de atracción, se observa una significativa relación con los sentidos sensoriales, donde las ratas se focalizan en los estímulos auditivos y olfativos para seleccionar a otro roedor, mientras que los humanos se basan en los estímulos visuales. 2) Se encuentra un diferenciación significativa de formación del vínculo entre ambos, ya que las ratas tienen sexo por reproducción, pero los humanos por placer y conexión emocional. 3) Para la

formación del vínculo, solo los humanos entran en un proceso de enamoramiento, posterior al filtro visual. 4) Durante el proceso de preservación del vínculo, los roedores machos tienen conductas de protección hacia su pareja hembra, y los humanos tienen conductas de celos y posesión. A su vez, consideran que los hombres y roedores hacen una devaluación de la atracción, es decir, no se fijan en otras hembras aparte de su pareja, prefiriendo reproducirse en entornos monógamos, con la intención de generar un cuidado biparental, que se evidencia en comportamiento afiliativos. 5) La pérdida de una pareja, genera factores de riesgo fisiológicos y psicológicos en ambos, los roedores experimentan una reducción en la liberación de oxitocina (OT) acompañada de un aumento en el factor liberador de corticotropina (CRF), así como una frecuencia cardíaca (FC) elevada. La pérdida de un ser querido en humanos da como resultado un riesgo cardiovascular (CV) elevado, mayores experiencias de ansiedad o depresión y sentimientos generales de duelo.

Adicionalmente, Van der Watt et al. (2021) incluyen en relación con el apego romántico, los procesos neurobiológicos involucrados en la activación de los circuitos implicados en la gratificación y la motivación, como el cuerpo estriado, corteza cingular anterior, putamen y la ínsula. Concluyendo estos autores que las zonas cerebrales que se activan de manera significativa son las regiones corticales (cingulado, insular, orbitofrontal y prefrontal) y regiones subcorticales (giro angular, hipocampo, estriado, área tegmental y polo temporal)” (Van der Watt et al., 2021, p. 637).

Por medio de esto, es importante aclarar que es necesario conocer las bases biológicas y los circuitos neurales que se activan en la formación de vínculos afectivos en los humanos, ya que para que se activen unos circuitos neurales se deben tener en cuenta los estímulos que influyen en la preferencia de formación de pareja, como la cohabitación, el sexo, y el estrés. De igual forma, se especula que las consecuencias de las hormonas que son liberadas durante este periodo tienen un efecto sobre los circuitos nerviosos para facilitar la formación de preferencias de vínculos.

Gracias a lo anterior, se resalta la neuroquímica de la formación de vínculos, en la cual la oxitocina y la arginina vasopresina, constituyen un rol fundamental en el proceso de enamorarse. También se encuentra la dopamina y los opioides, encargado de formar el sustrato neuroquímico principal de la recompensa sexual, lo que da lugar a la formación de preferencias condicionadas. Por otra parte, Van der Watt et al. (2021) describen un modelo anatómico integrador, que permita entender la información y asociar las preferencias de pareja formadas por el sexo como un activador inicial de las áreas neuronales como la amígdala medial, el núcleo paraventricular y el área preóptica media.

De todos modos, es importante identificar similitudes y diferencias existentes entre la actividad cerebral por diferentes tipos de amor, por esto es muy valioso el método utilizado por Shih et al (2022), que a través del método ALE (activation likelihood estimation) se puede llegar a conclusiones de los diferentes artículos (estudios de resonancia magnética en diferentes tipos de amor) reunidos en el metaanálisis. Este software computa la concordancia estadísticamente significativa de actividad cerebral entre varios experimentos independientes; lo que permite analizar tanto similitudes como diferencias. Este estudio también resalta la importancia del área ventral tegmental del cerebro y la importancia de la dopamina y oxitocina. A la vez, estos autores hacen referencia a un estudio de Bartels y Zeki que usaron fMRI para ver diferencias en persona cuando veían parejas románticas y cuando veían amigos, en la cual hallaron que ambos activan el circuito de recompensa conformado por el globo pálido, núcleo caudado y área ventral tegmental que contienen receptores de dopamina y oxitocina.

Conclusión

Teniendo todo lo anterior en mente, se puede concluir que el amor es un concepto complejo y subjetivo. No hay definición exacta de lo que es pero se pudo hacer un acercamiento a lo que conlleva desde el campo de las neurociencias. Además, hay diversos tipos de amor tales como el amor romántico, el amor de compañía, el amor compasivo y el amor de apego, y, con ello distintas manifestaciones neurobiológicas, pues se ha demostrado que hay redes especializadas del cerebro involucradas en este fenómeno. Es importante recordarle al lector que, a pesar de existir circuitos estudiados, estos terminan acoplando sus manifestaciones a las vivencias de los individuos, al estilo de apego desarrollado y a la confianza que se tenga (la cual que es hasta cierto punto definida y dada por el tipo de apego) y elementos que configuran los pilares junto a las dinámicas sociales. Esto da a entender lo que es el amor y con el conocimiento resultante enfocar los esfuerzos en la creación y mejoramiento de estrategias de intervención psicológicas.

A lo largo de este artículo se ha expresado que el amor requiere de compromiso y comunicación, al igual que de la capacidad de mantener vínculos a lo largo del tiempo, los cuales son necesarios para un buen desarrollo como seres humanos y la formación de relaciones íntimas y duraderas. Sin embargo, es importante resaltar que el amor, dentro de sus muchas implicaciones, se encuentra el ser rechazado o de alguna manera romper el vínculo amoroso que, tal como se ha expuesto brevemente, pueden conllevar consecuencias negativas a nivel psicológico y fisiológico, afectando nuestro bienestar y pudiendo llegar a ser doloroso e incluso incapacitante, puesto que su duración varía de persona en persona.

Como semillero y a modo de cierre, proponemos las siguientes preguntas para investigaciones futuras: ¿puede el amor ser visto como algo objetivo? ¿Cómo podríamos aproximarnos al fenómeno en cuestión de una manera más integral? Además, en los estudios revisados se hizo mucho énfasis en la recompensa como algo clave en una relación amorosa, entonces, ¿hasta qué punto el amor coexiste con la gratificación?

Referencias

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Coria-Ávila, G. A., Hernández-Aguilar, M. E., Toledo-Cárdenas, R., García-Hernández, L. I., Manzo, J., Pacheco, P. y Pfaus, J. G. (2008). Bases biológicas y neurales de las preferencias de pareja en roedores: modelos para entender los vínculos afectivos en humanos. Revista de Neurología, 47(4),209-214.

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