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Investigar para intervenir:hostilidad intergrupal y análisis del conflicto desde la psicología
Desde las dinámicas cotidianas hasta los grandes conflictos sociales, la hostilidad entre grupos se ha convertido en una preocupación urgente para quienes buscan comprender y transformar las relaciones humanas. En este contexto, la línea de investigación de hostilidad intergrupal del semillero ECOCU: evolución, comportamiento y cultura emerge como una apuesta por pensar el conflicto desde una psicología social crítica, rigurosa y empíricamente fundamentada.
El semillero Ecocu, uno de los más antiguos de la Facultad de Psicología, fue fundado hacia 1999 con el impulso de estudiantes y el acompañamiento del profesor Wilson López López. Luego de algunas pausas, fue revitalizado en 2018 por Juan Diego y Laura Velásquez otra integrante del semillero. Desde entonces, se ha consolidado como un espacio de diálogo interdisciplinar y de análisis social desde perspectivas basadas en evidencia para entender prácticas culturales, construcción de paz, desigualdad, el uso de nuevas tecnologías, hostilidad intergrupal, entre otras.
Esta línea, liderada por Juan Diego Rodríguez Romero, psicólogo investigador y estudiante de doctorado, surge en el marco de su proyecto doctoral, centrado en analizar el impacto que tiene la hostilidad intergrupal sobre el bienestar general. Desde un enfoque comprometido con la construcción de paz. Como producto de discusión y conversación sobre el tema de la línea de investigación dentro del semillero, se identificó un vacío en la forma como distintas investigaciones tratan los conceptos de hostilidad, violencia y agresión.
Actualmente, la línea de investigación trabaja en una revisión sistemática que busca mapear y analizar cómo se ha conceptualizado y abordado la hostilidad intergrupal en distintos estudios, especialmente aquellos desarrollados en América Latina y el sur global, logrando así responder a ese vacío desde una revisión sistemática que permita identificar las distinciones conceptuales en la literatura y, con ello, fortalecer la forma en que se investigan e intervienen los conflictos grupales.
El equipo, conformado por estudiantes de pregrado, ha dividido el trabajo por bases de datos académicas y emplea metodologías PRISMA y Cochrane para garantizar la calidad y rigurosidad del proceso. El objetivo es construir un marco conceptual sólido que permita distinguir con claridad entre los constructos y que sirva como base para futuras investigaciones e intervenciones psicosociales.
Para el equipo, diferenciar estos términos no es solo un ejercicio académico, sino una necesidad práctica si se desea construir sociedades más justas. Específicamente, se busca entender estos procesos dentro de conflictos grupales - no individuales -, y preguntarse con mayor claridad en qué casos ciertos comportamientos deben ser intervenidos. Según los análisis realizados por el equipo, la literatura ha tratado la violencia usada comúnmente en contextos de enfrentamiento directo, como un fenómeno con connotaciones más destructivas y extremas; mientras que la hostilidad se ha empleado en un sentido más amplio para referirse a interacciones marcadas por el antagonismo entre grupos. Sin embargo, muchas investigaciones usan estos términos de manera intercambiable, lo que genera confusiones, contradicciones y limita la posibilidad de comparar hallazgos.
Uno de los mayores retos que ha enfrentado esta investigación es la interrelación entre los tres conceptos centrales —hostilidad, violencia y agresión— y su cercanía semántica con términos como prejuicio, resentimiento, discriminación o daño. Esta proximidad conceptual ha mostrado la importancia de diseñar un marco semántico riguroso, que permita rastrear con mayor claridad las relaciones entre estos constructos y evitar confusiones frecuentes en la literatura. La amplitud de términos relacionados ha generado búsquedas muy extensas: la primera arrojó más de 20.000 artículos, lo que hizo necesario establecer criterios de inclusión y exclusión detallados para filtrar la información de forma precisa y garantizar la calidad del análisis.
Apuestas como esta dentro del semillero van más allá de los trabajos académicos tradicionales: surgen del compromiso con la colaboración, el diálogo y la formación entre pares. La estructura horizontal del equipo, el ambiente de trabajo conjunto y los espacios constantes de conversación han sido clave para sostener el proceso y el compromiso. En este contexto, investigar no es solo producir resultados, sino aprender en colectivo, sin perder de vista el objetivo de construir conocimiento útil, ético y con sentido social.
Los miembros de la línea han participado en diversos eventos académicos, como la Semana por la Paz, encuentros de semilleros y próximamente el Congreso Interamericano de Psicología. Estas experiencias no solo validan el trabajo realizado, sino que permiten tender puentes entre estudiantes, docentes y otras comunidades investigativas interesadas en los efectos sociales de la hostilidad.
A futuro, el grupo espera consolidar el marco teórico construido en la revisión, identificar vacíos en la literatura y avanzar hacia investigaciones experimentales que permitan explorar cómo se construyen las hostilidades en contextos latinoamericanos específicos. También hay una apuesta clara por posicionar a la Javeriana como un referente en el estudio crítico y empírico del conflicto social.
La línea de hostilidad intergrupal no es solo un espacio para investigar. Es también un lugar de formación, escucha y creación colectiva. Un lugar en el que estudiantes con interés en lo académico, en lo social y en las preguntas difíciles pueden construir trayectorias propias, desde la curiosidad y el compromiso ético. Actualmente, el semillero ECOCU mantiene abiertas sus puertas a quienes quieran integrarse, ya sea desde la investigación, la escritura, la divulgación o la organización de espacios de conversación. Como recuerda Juan Diego, “más que encontrar respuestas definitivas, lo que queremos es abrir preguntas que tengan sentido para el país, para la universidad, y para los grupos con los que vivimos y trabajamos”.
Porque entender el conflicto no es justificarlo, y estudiar la hostilidad no implica resignarse a ella, sino reconocer sus mecanismos para actuar con mayor claridad. La hostilidad no es siempre negativa: puede existir en distintos grados. Lo esencial es saber cuándo y cómo se transforma en violencia para intervenir y construir sociedades que propendan por el bienestar. Esta línea apuesta por una psicología que, como ciencia, permita comprender la conducta y contribuir a la transformación de las realidades sociales que nos atraviesan.